Misterios del Plata. Introducción. Juana Manso 1852

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En esta introducción de la primera edición de Misterios del Plata en portugués, publicada en el Jornal Das Senhoras en 1852, Juana Manso explica por qué decide contar los hechos más duros del rosismo y rescatar la historia reciente del país. Rechaza la imitación de modelos europeos y defiende la necesidad de una literatura verdaderamente americana. Con honestidad y firmeza, habla del dolor de ese pasado y de su compromiso con la verdad, la libertad y la educación, especialmente la de las mujeres. Estas páginas invitan a leer su novela como un intento de entender y dar sentido a una época marcada por el sufrimiento y la búsqueda de un futuro mejor. Disponible su traducción en línea: Misterios del Plata (UNCU-Biblioteca Digital)

Con el mundo comenzó una lucha que solo con el mundo mismo terminará, no antes: la del hombre contra la naturaleza, la del espíritu contra la materia,la de la libertad contra la fatalidad. La historia no es otra cosa que la relación de esta interminable lucha.                                                                                                                                         Michelet. Historia de Francia

Introducción

No fue por servil imitación a los misterios de París, o los de Londres que llamé a esta novela Misterios del Plata.

La llamé así porque considero que las atrocidades de Rosas y los sufrimientos de sus víctimas serán un misterio para las generaciones venideras, a pesar de todo cuanto contra él se ha escrito.

Más poderoso que sus enemigos, sus escritores asalariados contrabalancean el grito de los contarios al tirano; y otras veces esos mismos escritores, comprados por sus agentes, son aniquilados.

Este mismo riesgo corremos, pero ¿qué hacer? Es necesario resolvernos a todo, aparte de que si la naciente literatura de nuestra América va por siempre a buscar sus tipos en la vieja Europa, nunca tendremos literatura americana, ni literatura nacional.

Levantar el velo funerario de nuestro pasado nos cuesta mucho; porque, de entre ese mar escarlata de la más pura sangre argentina, vemos levantarse pálidos y horrendos los espectros de nuestros amigos, de nuestros hermanos… Con todo, como la última flor depositada por el peregrino en la puerta del lar doméstico que va a abandonar, nosotros escribimos esta novela en las agonías del amor patrio que se extinguía y, cuando a fuerza de sufrir, fuimos arrastrados a un cosmopolitismo indiferente.

Hoy cuidamos de no tocar la ulcerada llaga que nos dejaron nuestras disipadas ilusiones, nuestras derrumbadas esperanzas; y uno que permaneció en el fondo del corazón, un anhelo tan duradero como la existencia.

En esta novela encontrarán tal vez lo que todavía se llaman ideas “muy libres” porque, a pesar de su civilización, el siglo 19 conserva preconceptos y horrores e, incluso frente a frente con la verdad, le cuesta salir del gótico edificio, cuyos carcomidos cimientos por todas partes se desmoronan.

Yo, infelizmente tal vez, nunca seré un ser vil, ni en mis opiniones, ni en mis escritos; considero que la percepción de las verdades eternas es un tesoro depositado por Dios en el espíritu humano, no para ser ocultado u olvidado, sino más bien para revelarlo a los hombres con voz sonora y porte altivo.

El apostolado de la ciencia de la verdad es digno de todo aquel que sienta fuerza en el corazón y en el espíritu para sostenerlo.

No sé cuántos defectos, en las formas, encerrará esta novela; nunca cuidé las reglas, porque entiendo que la regla verdadera de toda la composición es la inspiración; nada tan robusto y perfecto como el pensamiento, don de Dios y que, creando, a Él nos asemeja, porque como Él también crea.

Después de todo, yo lo creo, porque a eso he sido arrastrada, y no sé cómo…

He luchado y, por fin, venció alguna cosa que existía desconocida en lo íntimo de mí misma y a cuyo impulso obedezco.

Así, pues, esta es mi novela verdadera; algunos de sus personajes todavía existen.

La historia de esa heroica Argentina es más un hecho que prueba la necesidad de la ilustración de las mujeres; no solo en provecho de sí mismas, sino también en provecho del hombre, del cual son ellas la compañera y el segundo jefe de familia.

 

 

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