52 citas y frases célebres de Juana Manso

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Dedicado a los maestros y maestras

No existe una profesión más noble que la del humilde maestro de escuela, ni causa que merezca mejor los más duros sacrificios que la causa de la Educación.

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Maestras es lo primero, por qué tal es el maestro, tal es la escuela. Maestras apasionadas por el arte divino de modelar el alma infantil, para los altos destinos de la humanidad y de la vida por venir; maestras capaces de amar con pasión la escuela y de sacrificarse por ella.

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La misión del maestro es modesta y su tarea es ímproba, el orden y la disciplina de una escuela son cosas muy difíciles de obtener, el arte de transmitir los conocimientos es una especialidad, y los resultados de año a año, son muy humildes, las glorias del maestro no son ruidosas, ni sus conquistas palpables; ni pueden valorarse los adelantos de los alumnos con la facilidad con que se mide un género yarda a yarda, el maestro trabaja mucho, para recoger muy poco.

Aquellos maestros que sientan en su corazón, un sincero amor por sus discípulos, y un verdadero interés por la emancipación del alma humana, de las sombras de la ignorancia, serán también los que posean el secreto de atraerse los corazones ingenuos de los niños y despertar su inteligencia, porque cuando el niño ama a su maestro, lo escucha con gusto y con interés, con atención y con placer.

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Un maestro tiene por misión formar hombres, si él mismo no lo es ¿cómo llenará ese importante cometido? Tiene que ser perfectamente libre, digno, y considerado, por la sencilla razón que nadie da lo que no posee y las virtudes no se inoculan sino por la virtud misma. 

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El secreto de la educación es hacerse amar y despertar la atención por medio del interés.

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El maestro personaliza no el absolutismo sino la razón, guiando las acciones del niño por la senda estrecha del deber. Para este propósito, su primera maniobra es hacerse amar de sus discípulos, cuando los corazones están en contacto, la mente también lo está.

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La educación es una obra de paciencia y de abnegación, de satisfacción interior y no de triunfos ruidosos.

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En el amor y esmero con que la infancia es tratada, se deben las primeras nociones de justicia.

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Muchos padres y madres, creen dar educación a sus hijos, enviándolos a la escuela, y descartándose del deber impuesto por la naturaleza. Muchos maestros y maestras creen que con enseñar los niños a leer mal, escribir peor y contar pésimamente, dispensan la educación. Todos están en error. Sin el concurso de las madres, es casi imposible educar los niños; y sin métodos apropiados y fines claros en la enseñanza no se puede impartir la instrucción.

Las escuelas no deben ser un recurso sino una profesión, y para que lo sean es que los salarios deben subir a la par de las exigencias de las habilitaciones profesionales.

La mejor condición del maestro no sólo es la conciencia de su profesión, sino la mejora material de su posición social por un sueldo decente y por la consideración social que le rodee.

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Si a vil precio no pueden conseguirse buenos géneros, menos se podrán obtener maestros escogidos. Lo barato sale caro es dictado antiguo, pero nunca tan caro sale lo barato, como en este caso, porque en otras cosas todavía tiene remedio gastando dos veces: en este, la perversión del niño, la degeneración del hombre, trae paulatinamente la extinción de la raza.

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Sin maestros no se puede educar la juventud y sin un sistema organizado que generalice los beneficios de la educación en el pueblo, la perpetuidad de la República es imposible. Comprendan al fin nuestros gobiernos, que la Educación pública, es el ramo más importante de la Administración.

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Algunos maestros piensan que una escuela debe ser una monarquía absoluta, en ciertos países será esa una ventaja; pero no es menos cierto que el espíritu de las instituciones de un país, debe inocularse en los hábitos de la niñez desde la escuela. Es aquella la primera sociedad que conoce y si en ella lo habitúan a la obediencia ciega, y al interés de la recompensa, todo el resto de su vida necesitará la fuerza para obedecer y la recompensa para obrar el bien.

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El orden tan esencial, no debe imponerse sino inocularse por las ocupaciones. Si las ocupaciones son análogas a la edad y simpáticas al gusto, la atención se absorbe y el orden se establece naturalmente. La turbulencia y el desorden son hijos del descontento, del mal estar. Ocupaciones sin atractivo irritan la natural movilidad de la infancia.

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¡En la escuela no se juega! – grita el maestro. -¡En la escuela no se charla!… Si se mueve, lo gritan; si habla, lo retan; si ríe, lo apostrofan. La disciplina exige que al entrar en la escuela deje en la puerta la alegría y se revista de la fría reserva de los años maduros para no alterar el orden. La tortura no para allí. Sin educar sus débiles sentidos, debe distinguir la forma de las letras. Sin habituar sus labios a pronunciar primero, ha de leer. Su pulso trémulo ha de trazar líneas, ángulos, curvas, con prontitud y regularidad, de lo contrario es calificado de rudo. Esta es la conocida historia de nuestras escuelas.

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De saber inspirar la pasión por la lectura depende todo el progreso de una escuela; y de saber leer depende muchas veces el destino de un hombre.

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Cuál de nosotras no ha repetido cien veces al día en su escuela, ¡oh niño no juegue! Y sin embargo, tan lógico habría sido decirle, oh niño, no respire; porque el juego es para él la vida. Prohibir al niño que juegue, es violentar la naturaleza, mientras que aprovechar su propensión al juego haciendo de este un medio de educación y de instrucción es la verdadera sabiduría y el verdadero motor de la disciplina escolar, porque la ocupación continua y agradable, es el mejor antídoto contra la ociosa turbulencia.

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No es bastante educar la inteligencia, o mejor dicho ilustrarla, es necesario educar el alma, explotar todos los gérmenes de bien y de mal que existen en el corazón, para por medio de una instrucción inteligente y verdaderamente moral, desenvolver los buenos y extirpar los malos. Inútil es decir a los hombres: sois libres sino se les enseña a serlo.

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Es desde los tempranos días de la niñez, que se debe inspirar el amor a la justicia, el respeto de sí mismo, la susceptibilidad de la conciencia que no permite transigir con los deberes.

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Decidle a un niño, sé caritativo sino lo acostumbráis a serlo, sino le hacéis practicar la caridad, será lo mismo que si no le dijeseis nada.

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No hay que equivocar la simple enseñanza con la educación, la mejor educación moral, que es la del ejemplo.

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La educación primaria debe ser absolutamente práctica; importa allí, el ejemplo de los padres o del profesor encargado, teorías sí convertidas en acción, pocas palabras, fáciles a pronunciar, fáciles a concebir y fáciles a grabarse en la memoria y en el corazón de los niños.

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Nosotros enseñamos en nuestras escuelas, la gramática de memoria, la aritmética en definiciones, seguimos con los niños el mismo sistema de enseñanza que se usa con los loros. Μontaigne ha dicho: aprender de memoria no es aprender.

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La educación no debe de empezar por definiciones, sino por las nociones practicas más simples. Es necesario seguir la naturaleza paso a paso; sin retardarla, y sin anticiparse a su desarrollo. No estamos para enseñar loros, sino para educar almas, y dirigir inteligencias.

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Enseñar no es exponer una verdad, sino establecer una serie de ejercicios que faciliten al alumno su adquisición.

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El premio no es la recompensa del mérito, es el estímulo de los débiles; su misión no es derramar en vuestros tiernos corazones el germen infecundo del interés, sino alentaros en el penoso aprendizaje escolar… Guardaos muy bien de hacer del premio la idea dominante de vuestras tareas; eso sería mancillar vuestras almas inocentes.

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Decid a los profesores: hablad poco con las palabras y dad siempre el buen ejemplo… hacedles sentir con la palabra y con la práctica, este precepto tan simple: Trata a los otros como tú quisieras ser tratado.

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Es cierto que el maestro debe esforzarse en inculcar a sus alumnos la idea del gobierno propio, es decir de enseñarle que cada hombre está creado para ser su propio dueño y gobernarse por las leyes del deber y de la razón, y que de la obediencia a esas leyes procederá su tranquilidad y bienestar. Para esto, el maestro debe ser muy escrupuloso en atropellar jamás el derecho del niño, deslindando siempre en todas las ocurrencias de la escuela los derechos propios y ajenos. De aquí vendrá la costumbre de respetarse a sí mismo y a los demás.

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Nuestras escuelas tal como existen, sería lo mismo que si no existiesen, porque lejos de enseñar alguna cosa, pervierten el alma, embrutecen el espíritu y debilitan el cuerpo: y esto no es paradoja, es la más dolorosa de las realidades. Maestros ignorantes, libros inadecuados, enseñanza árida y sin propósito, locales que Vd. conoce, con cinco horas no interrumpidas de labor, son más que suficientes ingredientes para envenenar la desgraciada niñez que las frecuenta.

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Sin buenas escuelas primarias jamás crearemos los otros grados de la enseñanza y sin que ésta se haya difundido con largueza e idoneidad, jamás haremos competencia a los billares con bibliotecas populares.

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Para amar la patria, el estudio, el aseo, el pudor, la armonía, y la justicia, es absolutamente esencial que la atmósfera de la escuela sea sana, que fortifique la sangre, que los objetos que ella encierre nos recuerden la munificencia de la patria, nos inoculen por el ejemplo el aseo, la castidad, la armonía, el orden, y en el amor y esmero con que la infancia es tratada, se deben las primeras nociones de la justicia.

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Somos extravagantes, cuando pedimos ventilación, y recesos de media en media hora a lo menos de diez minutos. Somos utopistas porque no aceptamos la escuela rutinera de los métodos empíricos y repentinos, ni la mente humana como una especie de buche de avestruz donde van revolviéndose a guisa de piscina probática, el Catecismo, la Gramática y la Aritmética en su parte abstracta. Es utopía, principiar por el punto, para que el niño comprenda que una sucesión de puntos forma la línea; y sentar toda la enseñanza sobre esa base matemática, que el sonido es al oído, y la nota a la música, y la letra a la sílaba, lo que el punto a la línea.

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Yo atendía a cultivar en el niño la espontaneidad individual, la conciencia del deber, la obediencia al principio de autoridad, la atención, la observación, la comparación, la reflexión. A pesar de no tener libertad, me ingeniaba en cultivar los sentimientos y desarrollar las facultades intelectuales.

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¡Cuánto he luchado porque se conceda recreo a las escuelas de varones y a las de ambos sexos! Todo ha sido inútil; ese horario que merecería ser quemado por la mano del verdugo, porque es el suplicio de la niñez, está clavado en las paredes de las escuelas por la obcecación más lamentable que puede darse.

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Las escuelas deben ser puramente laicas, su cometido es la preparación civil de la sociedad futura, introduciendo no la enseñanza moral, sino aquellas prácticas morales tendientes a formar el carácter para el cumplimiento del deber; (…) Los sentimientos religiosos los forman los padres por el ejemplo principalmente y por las costumbres del hogar.

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Nadie lee, no lo tienen por hábito, ni lo tendrán jamás, porque el primer libro de la escuela no es atractivo ni variada la lectura.

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Fundemos una biblioteca popular, como complemento de la escuela, y ambas como base de toda libertad, imposible sin la educación del pueblo.

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Las escuelas deben ser todas de ambos sexos, no importa la edad; lo que necesitamos son maestros y maestras competentes.

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Cada escuela debe ser una especie de pequeño museo de curiosidades… La idea antigua que las escuelas eran solo para aprender a leer y escribir y contar, ha caducado ya en el orbe científico; en el mundo moderno la escuela es la iniciación a la vida social y el taller donde va a modelarse la inteligencia humana para adaptarse más tarde a los elevados fines para que fue formada.

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La escuela inicia hoy a todas las ciencias depositando su germen en la mente del niño y creando en él la inquietud de la investigación, y el amor al saber; cualidades sin las cuales jamás saldrá del rol pasivo de espectador mudo y ciego y sordo de la magnífica creación que lo convida y lo insta a trabajar para gloria de Dios y suya propia.

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Efectivamente, el porvenir es la obra de la generación que pasa -somos nosotros los que legaremos a nuestra patria el bien estar, o la desgracia, los gérmenes de la riqueza, o la herencia de la miseria y de la desesperación. Sin reunión de padres, y de madres que se ocupen de estudiar y discutir los intereses de la educación, y su mejor comprensión y desarrollo, la niñez en masa, es huérfana, aunque cada niño tenga padre y madre.

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Donde no se cultive ni el sentimiento religioso que es la savia de la vida, y donde no se cultive el sentimiento patrio, por el conocimiento de la historia cuyos eslabones son las generaciones que se suceden una en pos de otra, el sentimiento nacional o patrio se embota o se extingue… Suprimid el amor a Dios por el cristianismo, y suprimid la historia patria y veréis lo que resta.

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La personalidad de la infancia siempre renaciente requiere el concurso común de la Ley, del Estado y del ciudadano. En el niño, la educación es un derecho, y en el ciudadano un deber imprescindible ofrecerle la oportunidad de educársele, es el fin que me propongo, o la manía como, vd. guste.  Mi doctrina es: la escuela preparación de la soberanía. El soberano no puede educarse de limosna, ni con mezquindad sino en palacios y sin limitación. Escuelas comunes, como el aire y la luz lo son.

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Los colegios particulares educan a los ricos, las escuelas gratuitas son para los pobres; este orden de cosas nunca nos conducirá a la realidad de las instituciones liberales. Y lo repetiremos hasta el cansancio, semejante sistema es pernicioso en una República donde el gobierno propio requiere hombres y no instrumentos; hombres que sepan pensar y decirlo y no autómatas incapaces de una conciencia política.

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Tenemos la convicción, no solo de que la educación del pueblo es la base de la libertad, la garantía del goce del derecho, la pública decencia, el decoro social, sino que es más que todo eso el instrumento de su prosperidad que no puede desarrollarse, sin industria e ilustración. Υ nada de eso puede producir la ignorancia y la molicie arraigadas desde la Infancia.

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Antes de educarse, no se crea riqueza, puesto que esta deriva de la educación, y es como su consecuencia inmediata, el efecto de aquella causa; el elemento indispensable de la riqueza pública y particular, son los conocimientos humanos difundidos por la Escuela, o volviendo al axioma de Rivadavia. “La Escuela es el secreto de la prosperidad de las Naciones.”

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Por el tiempo que corre, la educación es una ciencia social, tan útil, tan indispensable, que es como si dijésemos la llave de todas las demás ciencias especulativas puesto que está destinada a proveer los pueblos de aquellos primeros rudimentos con los que se adquiere más tarde el saber.

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Mi doctrina es: la escuela preparación de la soberanía. El soberano no puede educarse de limosna, ni con mezquindad sino en palacios y sin limitación. Escuelas comunes, como el aire y la luz lo son.

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Escribir, ver, aprender, leer atentamente pero no sólo libros o periódicos, sino leer el entorno, leer a quienes nos rodean… Hacer historia, vivir la historia, la historia también es nuestra.

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A pesar de constar mi amor a la enseñanza, por un tácito rechazo de la parte aristocrática, estoy divorciada de aquellos que he amado siempre y que hasta hoy me han querido tanto… ¡los niños! Tal vez un día, habilitada con todos los elementos que forman la escuela un paraíso, y no una prisión desabrida, volveré a vivir entre los niños. Por ahora no me siento con ánimo de torturar la infancia a pretexto de educarla… o antes, como decimos por acá, ¡instruirla!

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Por mi parte, no me creo visionaria si abrigo la honda convicción que si me dan la oportunidad de formar un núcleo de maestras, con ellas hemos de conquistar el entusiasmo de los niños por la escuela, que los instruye, sin torturarlos por la cartilla, que los enseñe a leer sin lágrimas; y en pos de los niños hemos de conquistar las madres cuyos corazones nunca son sordos a la voz de la naturaleza, porque en el corazón de la mujer siempre estuvo tendida y afinada la cuerda del entusiasmo y del amor por las nobles empresas.

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Noviembre de 2024. Recopilación: María De Giorgio. www.juanamanso.org

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