Juan Locke, filósofo inglés, nació en Bristol en 1632. Hizo sus primeros estudios en Londres. y a los 19 años pasó a Oxford a estudiar medicina.
Mal avenido su genio filosófico con el estudio del arte como se hacía en aquella época, se dedicaba con preferencia a Bacon y Descartes y a los clásicos. En 1664 tomó a su cargo la educación del hijo de Ashley Coopa, después conde de Schaftesbury, en cuya casa escribió el Ensayo sobre el entendimiento humano. Por causas políticas tuvo que emigrar a Francia en 1675 y ejerció la medicina en Montpeller. Pasó algunos años en Holanda, donde fue nombrado académico de las ciencias en Amsterdam. Probado al fin su inocencia en Inglaterra, se restituyó a su país y se estableció en Essex. Allí escribió su importante obra pedagógica De la educación de los niños, que fue publicado en 1693, cuando su autor contaba 61 años. Ha sido traducida en varios idiomas; en castellano tenemos una versión de la francesa. Esto hombre de genio muy superior a la época en que vivía, murió en 1704 a la edad de 72 años.
La obra de Educación de Locke, lo coloca al frente de Ios fundadores de la pedagogía moderna. Fue en efecto el primero que se atrevió en su país a combatir antiguas y arraigadas preocupaciones y rutinas insensatas. La circunstancia de ser médico daba grande autoridad a sus consejos sobre la educación física, y la celebridad que había adquirido como filósofo comunicaba gran peso a sus doctrinas sobre la educación intelectual y moral. Y a la verdad que cuanto enseña en su libro se distingue por su claridad y sencillez, y en gran parte es muy fundada.
Empieza Locke su tratado de educación, haciendo algunas observaciones generales sobre su importancia y su verdadero objeto. Un cuerpo sano y robusto, dice, una alma sana y fuerte; tales son las condiciones indispensables a la felicidad del hombre. Educar al niño de manera que pueda ser feliz siendo hombre, es decir, que posea la fuerza y la salud del alma y del cuerpo, debe ser el objeto de la educación.
Las primeras impresiones de la niñez, a las cuales da poca importancia la opinión general, influyen en toda la vida: nuestra primera educación decide casi siempre nuestro porvenir
Considerándose ordinariamente durante el curso de la vida, y no habiendo cosa que ejerza tanto imperio como los hábitos, deber nuestro es dirigir al niño de modo que le hagamos fácil, por medio de los hábitos contraídos en la niñez, la manera de obrar y de pensar que deseamos siga siendo hombre. El principio de todas las virtudes consiste evidentemente en poder someter las pasiones a la razón, de modo que esta reprima los deseos que desaprueba, y puede vencer las repugnancias que desautoriza. Este es el poder de que debemos armar a nuestros discípulos, dándoles desde temprano hábitos que lo fortifiquen y hagan fácil su ejercicio. En esto consiste la educación del corazón.
Esta educación sin embargo no satisface, porque la educación del corazón no ha de ser únicamente moral, sino moral y religiosa.
Antes de tratar de ella, consagra Locke algunas páginas a la educación física. Quiere que Jos niños disfruten del aire libre, hagan ejercicio, duerman bien, usen alimentos sencillos y se abstengan del vino y de toda bebida fuerte. Rechaza los vestidos de mucho abrigo y estrechos, y quiere que anden con la cabeza descubierta y los pies desnudos, y que se acostumbren a la humedad, a fin de poder soportarlo después sin inconveniente.
Hablando de la educación intelectual, dice que todo depende en último resultado de la dirección que se dé a la voluntad y a los sentimientos; que si esta dirección es buena, el hombre estará siempre dispuesto a obrar como ser dotado de razón. La dirección comienza desde la más tierna edad; el niño debe habituarse pronto a combatir sus inclinaciones y a sacrificar sus deseos; el hábito de obedecer a la voluntad de otro, prepara al niño a dirigirse después por la suya propia.
No aprueba los castigos corporales, y considera como nocivas las recompensas que lisonjean los sentidos. Cree por punto general que los castigos extraordinarios son innecesarios para la mayor parte de los individuos cuando a estos se les dirige bien, dándoles pronto ideas exactas de Dios, habituándolos a la verdad, e inspirándoles la benevolencia y el amor para con los demás. Eleva a la virtud ordenando la voluntad, es a su juicio la parte más importante de la educación. –
Anales de la Educación Común, Vol.II, Buenos Aires, Agosto 1° de 1860. Núm., 18, 1860, página 567.