Juana Manso frente a la cámara: identidad y retrato en el siglo XIX

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Con la charla inaugural del investigador Carlos Gabriel Vertanessian en la Biblioteca Popular “Dr. Antonio Novaro” de Chivilcoy, comenzó el ciclo de conferencias conmemorativas por los 150 años del fallecimiento de Juana Manso.

Bajo el título “La educadora y el escamoteador de almas. Juana Manso y la fotografía”, Vertanessian —especialista en patrimonio fotográfico— propuso una lectura novedosa sobre la vida de Manso: su relación con la imagen y el retrato fotográfico como forma de afirmación personal y política.

A mediados del siglo XIX, la fotografía vivía un auge que la convertía en un medio capaz de capturar no solo los rasgos físicos sino la personalidad de los sujetos. Para figuras como Juana Manso, este nuevo lenguaje visual representó una posibilidad única: la de presentarse públicamente según sus propios términos, en un contexto de ataques personales, violencia simbólica y exclusión.

A partir de un dato facilitado por la profesora e investigadora Karina Belleti —quien ha estudiado extensamente la figura de Juana Manso—, Carlos Gabriel Vertanessian inició una línea de investigación poco explorada: su relación con la fotografía.

Uno de los núcleos de este estudio es una nota editorial publicada por La Tribuna en diciembre de 1866, donde Manso relata su experiencia al ser fotografiada por Luis Bartoli, fotógrafo italiano recientemente llegado de Europa con una «cámara solar» de última generación. Manso no detalla el motivo de la visita, pero sugiere un propósito más profundo que el simple deseo de tener un retrato. Agradece a Bartoli por haber “robado su alma y plasmarla” en una imagen, destacando su calidez y la atmósfera de respeto que supo generar.

Ese mismo año, Manso había pronunciado un encendido discurso en Chivilcoy, al fundarse la biblioteca pública local. En él, instó a las mujeres a hacer de la lectura un refugio y una fuente de emancipación. Donó 144 libros de su colección personal y fue reconocida por la comisión organizadora como “Fundadora de esta primera biblioteca pública de la provincia”.

Fue la propia biblioteca la que costeó la realización de un retrato de gran formato para exhibir en su sala de lectura. La elección de la cámara de Bartoli respondió a la necesidad de obtener una imagen de alta calidad para ese fin. Manso posó con su “túnica de tela oscura”, su único atuendo ceremonial, lo que habla de su modestia y de la solemnidad del momento.

El retrato —exhibido durante décadas y hoy conservado— fue mucho más que una fotografía: fue un gesto político y una respuesta pública. En tiempos en que era cuestionada por su aspecto, por hablar en público y por defender la educación femenina, esta imagen representó una afirmación de dignidad y carácter. Manso valoró que la imagen no buscara idealizarla, sino reflejar su “carácter moral”.

Vertanessian encuadra este episodio dentro de un fenómeno mayor: el uso de la fotografía como forma de autorrepresentación por parte de mujeres y sectores excluidos. En su próximo libro Primeras. Las argentinas y la fotografía. 1840-1870, explora estos casos fundacionales, donde la cámara funcionó no solo como un registro, sino como una herramienta de lucha por el reconocimiento.

La experiencia de Juana Manso, en ese sentido, resulta pionera. Su retrato no fue fruto del narcisismo ni del decoro burgués, sino de una necesidad de afirmarse frente a una sociedad hostil. En un tiempo en que la imagen pública femenina era celosamente controlada, Manso hizo de su retrato un acto de soberanía personal.

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