Conferencia a beneficio de la Biblioteca pública de Chivilcoy. Juana Manso.1866

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Vecinos de Chivilcoy. Todos los regocijos humanos pueden compararse al humo que se disipa en el espacio; por eso aquellos acontecimientos que abren una era nueva en la vida de los pueblos, merecen dejar huella más profunda que los recuerdos de un banquete, de un baile, de los brindis y arranques del entusiasmo popular.

La iniciación de una Biblioteca pública, me ha parecido el resultado más lógico e inmediato que podía traeros la inauguración del ferro-carril que ha puesto este pueblo a distancia de cinco horas de la capital de la Provincia, el resultado lógico del Telégrafo que ha suprimido la distancia y os ha puesto al habla con Buenos-Aires.

De qué servirían los ferro-carriles sino tuviesen por misión además del desarrollo del comercio y de la industria, el contacto de las ideas el intercambio de las conquistas del pensamiento? ¿Y cómo pueden los hombres que no leen seguir el rápido curso del movimiento intelectual del siglo? Para qué quieren los que no saben leer o no leen jamás libros y diarios, ¿Ferrocarriles ni telégrafos?

Por eso a la vez que debéis crear Escuelas, necesitáis bibliotecas como el complemento de las primeras.

No basta aprender a leer, es también necesario cultivar el gusto por la lectura, para que ese pasatiempo venga a ayudarnos a la obra de nuestra educación propia, de nuestro progreso moral e intelectual.

El hombre recibe de la escuela los primeros rudimentos que contribuyen más tarde a su engrandecimiento, o que estacionarios se esterilizan por la inacción del espíritu y son como la simiente de que nos habla Jesús en una de sus parábolas.

Como el Evangelio no es popular todavía entre nosotros, me tomaré la libertad de repetirla aquí, porque el ejemplo de esta como de todas las parábolas del Salvador, eran dirigidas a los sencillos habitantes de los campos. Él decía:

“La palabra del Hijo del hombre es como la semilla que siembra el labrador. Unas veces cae sobre tierra pegada a la roca, que aunque brote no tiene consistencia la raíz, otras cae sobre la roca viva, vienen las aves del cielo y se la llevan en sus picos, otras cae en tierra fértil y produce ciento por uno.”

Hay niños que sin proporción de cultivar lo que aprendieron en la escuela, lo olvidan antes de llegar a ser hombres, esa es la semilla que cayó en la roca.

Otros conservan lo que aprendieron en un ser apenas para su uso particular. Esa es la semilla que cayó en la tierra pegada a la roca.

Otros en fin, como Franklin, pobre niño hijo de un velero, aprendiz tipógrafo, filántropo toda su vida, millonario al morir, bien hechor eterno de la humanidad, por el descubrimiento del pararrayos, por el del Telégrafo eléctrico que preparó y Morse perfeccionó; por la iniciación de las bibliotecas públicas; como Lincoln leñador de las florestas del oeste, correo de un pueblo, almacenero, abogado, capitán de milicias, redentor en fin de la esclavitud de una raza que su triste color condenaba a la degradación, la preocupación y la injusticia; como Sarmiento, en fin; el Horacio Mann de la República Argentina, hijo de una familia honesta y pobre mozo de tienda primero, maestro de escuela después, ministro, Gobernador de provincia, y honor de nuestra patria; tales hombres representan la tierra fértil que da ciento por uno. Todos ellos han tenido por punto de partida el rancho y la cartilla de la escuela, el resto ha sido la obra del libro, de la meditación y de la perseverancia.

Lectura de Juana Manso en Chivilcoy. Despedida. Anales de Educación Común. Vol. IV. Bs.As., octubre 31 de 1866. Nº40. Pág.74 a 86. – LEER COMPLETO

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