Hoy, a 150 años de su muerte, su voz continúa viva y es desde esa voz que queremos recordarla.
Autorretrato
Debe ser cosa muy divertida el panegírico de sí mismo. Una mujer aislada en esta rivera del Atlántico… la humilde obrera del Río de la Plata.
En realidad, hablar de mi es una tarea triste. Ni se les ocurra pensar que les voy a hacer un relato romántico y poético de mis sentimientos, impresiones y sensaciones… Aunque, confieso que hubo un tiempo en que fui la quinta esencia del romanticismo; pero hoy todo ha cambiado: ¡así es este mundo! A fuerza de llorar acabé riendo, y me fue bien… En contacto con los vicios humanos, con el fuego activo de las decepciones del mundo, mi corazón se secó como un pergamino.
Los versos que escribía y que no mostraba a nadie, no los juzgaba un crimen, ignoraba todavía que es un delito en la mujer, pensar, decir, ¡hacer! Las horas de fiebre que a veces me agitaba, no podía comprender en mi ignorancia absoluta del mundo y de mí misma, que era un síntoma peligroso de dolencia moral que se llama inteligencia, espíritu, como quieran denominarlo, para mí no pasaba de una cruz de hierro. ¿Es un delito que la mujer haga uso de su inteligencia?
Pertenezco desde niña a la propaganda humanitaria y progresista. A los 14 años debutaba por la educación y me declaraba antiesclavista y negrófila. La casualidad me hizo nacer entre esa clase escogida de la sociedad y más tarde mi aplicación e inteligencia natural me conquistaron el primer lugar entre las jóvenes argentinas.
Antes de haber visto alguna cosa, cuando mi razón era apenas la de una niña de diez y ocho años, creo que aún existen recuerdos agradables del establecimiento que formé en Montevideo. Yo he sido la única argentina que ha ejercido de maestra, con el solo objeto de ennoblecer la carrera, en vida de mi padre y rodeada de comodidades, y arrostrando el desvío de la sociedad en Montevideo.
En mi casa bordamos la bandera para Lavalle: todas eramos costureras de la nación, el pago de esos trabajos era la esperanza de volver a la patria y la conciencia del cumplimiento del deber.
Recuerdo siempre que era una apasionada hasta el frenesí de las poesías de Esteban Echeverría, ese mozo cuyas rimas dulces y sonoras penetraban como una música melodiosa hasta el fondo de mi corazón, yo lo imaginaba pálido y hermoso, medio hombre y medio arcángel; sobre todo segura de encontrar en él ojos grandes y azules, de mirar profundo y sereno. ¡Ay desgraciada! Un día me presentaron a Echeverría. Era moreno, picado de viruelas, feo y tenía ojos pequeños y bizcos. Y con un grito involuntario exclame: ¡Pues este!… es Echeverría!
¿Qué son los pueblos sin literatura ante la historia? Polvo disperso sobre la superficie de la tierra, nada más. ¿Qué otra huella del pasaje puede dejarse en pos de la vida material, que las conquistas de la inteligencia, los libros y los monumentos?
El verdadero estímulo literario es combatir la ignorancia: enseñar a leer al pueblo para que haya escritores y la carrera de las letras ofrezca no solo gloria sino medios de subsistencia al operario de la inteligencia.
Yo no pude defender del infortunio la posición de escritora. Era la miseria para mí y para los míos, deserté y fui a pedir el pan de mi familia a un arte que me ofrecía otras garantías, el teatro. Tristes anomalías que se encuentran en los acontecimientos imprevistos de este mundo por donde caminamos a tientas. Felizmente la excomunión fue levantada –y las vestes teatrales fueron quitadas. ¡Mi bello Río Janeiro, linda princesa de los valles! se reposa el alma en la contemplación de tus paisajes divinos!
Mis trabajos son a la verdad no tanto «admirables», sino arduos y difíciles, porque estoy «sola*. y a eso se reúne que la mujer no tiene entre nosotros personalidad intelectual sancionada por los códigos o las costumbres. Yo prefiero traducir, porque mis ideas tal vez no tengan autoridad…
A falta de los millones que no poseo, hice de mi labor intelectual, la alquimia que dé los medios para crear bibliotecas, las Lecturas periódicas, las consagré a ese solo objeto.
Dura, altanera, inflexible, es más fácil que oculte mi admiración que finja lo que no siento. maestra insubordinada, Madama Juana, Ña Manso, Juana La Brava…
Yo he luchado con una osadía y un arrojo que sólo mis numerosos artículos en los diarios podrían dar una idea, y solo enmudeceré para combatir la injusticia, cuando deje de existir o la fuerza me lo vede.
Me tocó ser sola en mi época, así habrá convenido. La emancipación moral e intelectual de la mujer está muy lejana.
Los que tantas veces han tratado de hachar mi nombre, no pudiendo hacharme en persona, parecen cansados, La ingratitud me encuentra impasible, estoy reconciliada con ella hace tiempo, aunque es doloroso vegetar en el aislamiento y en la indiferencia.
La ignorancia me rechaza. Ningún sacrificio he ahorrado para darle vida y consistencia a mi Álbum de Señoritas… Infelizmente mis esperanzas fueron flores pasajeras, que el viento del desengaño deshojó al querer abrir… El Álbum fue una planta exótica, que se marchitó rápidamente, porque la tierra donde se quería hacer germinar era dura como la roca …
Buenos Aires ha caído en manos de los jesuitas, y todas las mujeres están regimentadas en asociaciones secretas religiosas de manera que para una hereje como soy ya no hay más que odio y guerra sin tregua.
Nada espero hace mucho, y si prosigo en mi tarea de Sísifo, es porque la vida debe tener un fin útil; yo empleo la mía como el lote que me ha cabido, contenta porque lleno un deber y resignada con la esperanza de la justicia póstuma.
A pesar de constar mi amor a la enseñanza, por un tácito rechazo de la parte aristocrática, estoy divorciada de aquellos que he amado siempre y que hasta hoy me han querido tanto… ¡los niños! Tal vez un día, habilitada con todos los elementos que forman la escuela un paraíso, y no una prisión desabrida, vuelva a vivir entre los niños. Por ahora no me siento con ánimo de torturar la infancia a pretexto de educarla… o antes, como decimos por acá, ¡instruirla!
En mi escuela núm.1, la primera de ambos sexos en Buenos Aires, yo atendía a cultivar en el niño la espontaneidad individual, la conciencia del deber, la obediencia al principio de autoridad, la atención, la observación, la comparación, la reflexión. A pesar de no tener libertad y ser responsable de la enseñanza, me ingeniaba en cultivar los sentimientos y desarrollar las facultades intelectuales. En momentos dados al recreo, yo hacía marchar y pequeñas evoluciones que ellos modelaban al compás de sus canciones; por esto fui criticada y creo que es una de las tremendas acusaciones que pesan sobre mi cabeza; (…) ¡Qué escándalo! enseñar a bailar los niños si yo hubiese llevado tan lejos mi osadía, me acusan de… ¿de qué? ¡Dios lo sabe! ¡Lo que es la ignorancia! ¡Decían que solo enseñaba los niños a cantar y marchar!
¡Cuánto he luchado porque se conceda recreo a las escuelas de varones y a las de ambos sexos! Todo ha sido inútil; ese horario que merecería ser quemado por la mano del verdugo, porque es el suplicio de la niñez, está clavado en las paredes de las escuelas por la obcecación más lamentable que puede darse.
Cuando recuerdo aquellos días, de las conferencias pedagógicas y la seriedad con que dijimos tanta, tontera, me asalta el remordimiento de haber sido la más tonta de todos. Era yo la niña mimada de aquellas reuniones, y si mi maldito genio me hubiese consentido establecer una pequeña asociación de admiración mutua con el Sastre mayor de esta ciudad, acaso no estaría hoy gimiendo y llorando por estas calles de la amargura estigmatizada por una Municipalidad inmortal ¡que ha querido en pleno siglo XIX convertirse en el injusto Areópago que condenó a Sócrates a la cicuta!
Pero cada uno es como Dios lo ha hecho, y yo soy taimada por condición, y la mentira se me anuda en la garganta y me abochorno de adular y me dejo hacer pepitoria antes que prostituir mi dignidad.
No soy misántropa ni fatalista; si el cuadro que tracé de la educación del pueblo es oscuro, tiene el mérito de ser copiado del original, con atenuación de sombras.
Cuando yo hablo de educación, no me refiero a la juventud escogida que se instruye en los colegios particulares y cursa después las aulas en la Universidad; yo me refiero al pueblo como lo concibo y lo difiere el derecho: la totalidad de los habitantes de un país. Pero es claro que se quiere el país en la ignorancia ¡para dominarlo mejor! alguien protestó contra la votación escrita porque la mayor parte de los ciudadanos de Buenos Aires no saben escribir! ¡No quieren aprender, debió añadir! o algunos no quieren que aprendan!
Mi doctrina es: la escuela preparación de la soberanía. El soberano no puede educarse de limosna, ni con mezquindad sino en palacios y sin limitación. Escuelas comunes, como el aire y la luz lo son.
¡Dicen que predico en mis lecturas la inmoralidad! ¡Si yo tuviese un pedestal de oro! Pero pobre como soy y sola, es fácil echarme asafétida en la ropa y hacerme una ovación de cascotazos ¿porque les digo que hagan escuelas para educar a los niños y fundo bibliotecas? Un populacho grosero soportando el frio venía a apiñarse a las ventanas para proferir obscenidades dirigidas a las damas que asistían a mis lecturas, porque se les hace un delito en las mujeres hasta que deseen ilustrarse, y peor que delito es ridículo todavía en nuestro país que la mujer haga uso de su inteligencia.
Grande será mi dicha en haber escandalizado toda una raza redimiendo la personalidad intelectual de la mujer de las torpes tradiciones orientales que nos legó la conquista; ¡pero cuando una es madre a la vez y ve sus hijas sufrir, no es tan fácil conformarse con el martirio! ¡Esperaremos que el porvenir cambie situación tan poco agradable; y nos incorporemos alguna vez al movimiento del siglo!
Confieso una excentricidad, las palabras me hacen el mismo efecto de la lluvia, cuando las acciones no las confirman: y en este punto como en todos aquellos en que está empeñada la sinceridad, soy tenaz y no transijo con nadie, ni por cosa alguna; mi divisa es el consejo de Lincoln: 1° “LA VERDAD, TODA LA VERDAD.
Desconfié siempre de las apariencias porque ser es una cosa, y parecer es otra.
Digamos la verdad, siempre, toda la verdad porque las medias verdades no sirven. Prefiero quedar con mis convicciones y mi sinceridad, antes que sacrificar mi conciencia.
Estas farsas interminables donde retumban siempre palabras altisonantes, ¡Patria! ¡Libertad! ¡Constitución! ¡Palabras! ¡Palabras! ¡Palabras! ¡Nada entre dos platos, sino sacar cada cual la mayor tajada posible!… ¡Probidad política! ¿dónde estás? …. ¡Pobres países!
Decididamente, estoy con los diablos azules en la cabeza porque nada me contenta, y pienso como nuestro amigo Frutti, que al pueblo se le debe siempre ¡la verdad!
¡El pueblo! ¡qué pacífico rebaño! ¡Inocente personaje de la farsa política, al pie le rinden los honores de amor y de protección mientras le agujerean los bolsillos!
¡El pueblo! ¡crucificado siempre y siempre en boca de todos los Dulcamaras, comerciantes de Patria! ¡Vamos! estoy detestable, voy perdiendo mi condición inofensiva de la más humilde de las flores; no parece sino que el espíritu satánico de Diógenes que andaba armado de su linterna en medio del día y a la que él llamaba la verdad, me anduviese tentando esta vez.
Reñida con las modas, fastidiada de estos teatros sin arte, hastiada de una sociedad sin corazón; aburrida de una política usurera; ahogada por los miasmas mefíticos de la inmoralidad de la época, ¡creo que si fuera inglés, me ahorcaba para no ver ni oír lo que me rodea! ¡Ay si Santaollalla escuchara!
Cada uno es lo que es y no lo que debiera ser.
La palabra de Sarmiento viene de tiempo en tiempo como la exhortación piadosa del misionero a consolarme en mi aislamiento.
Él dice que «soy madre» y de «cada desamparado que encuentro hago un hijo mimado», acepto la calificación; no he olvidado aquella máxima que es base del cristianismo… «haz a tu prójimo lo que para ti desees».
¡Qué triunfo para mí, cuando en el silencio de mi humilde hogar concebía la esperanza de Sarmiento presidente, él no creía, era mi cabeza que desvariaba! ¡Y dos años después, Eureka, ha llegado ese día! Qué grande revolución en las ideas significa este afán de los pueblos en llamar al frente de sus destinos “al humilde maestro de escuela” como le llaman los tucumanos. Su apostolado no ha sido inútil, su palabra no ha caído en tierra estéril, el vínculo de simpatía que existe entre Sarmiento y los pueblos, es la fecunda esperanza de que les dará “Escuelas”. gracias, ¡Dios mío, que ha llegado ese día!¡Las batallas de Sarmiento han sido las de la razón contra la ceguera, las de la civilización contra la barbarie, sus triunfos son los de la tribuna, su gloria, las escuelas, y toda su ambición hacer el bien y la felicidad de su patria! Dios lo proteja. La serenidad ha descendido a mi espíritu que nunca mi corazón ha latido tan suavemente por la patria.
Probamos a Rosas, todavía nos falta probar el reinado de las masas.
¿De dónde nos viene ese orgullo, con que a cada paso nos presentamos como un pueblo modelo? ¿Qué hemos hecho hasta hoy?, ¡Devorarnos unos a los otros en luchas fratricidas que han traído nuestro país al borde del abismo! ¿Prosperidad? ¡No la tenemos!
Las borrascas políticas que vienen sacudiendo la existencia social de los argentinos, originándose precisamente de la ignorancia de las masas, han sido a la vez la rémora de su progreso; pero que hayamos entrado en una época de progreso visible, es muy cuestionable. Sobre todo, no nos anticipemos a los sucesos; las palabras más o menos sonoras nada son y nada valen: soy más positiviste, quiero hechos, y cuando estos se produzcan, diré que la atención de los gobiernos se ha vuelto seriamente hacia la educación del pueblo, hasta entonces, es inútil cantar victoria.
¿Y qué importaría ni que importa entre torrentes de bárbaros ese núcleo ilustrado de la ciudad de Buenos Aires? ¿Sabe lo que importa?¡Es la demostración lógica de la oligarquía que nos devora y nos arrastra fatalmente en la pendiente mortal de revoluciones sucesivas! ¡Eso importa!
El monopolio de una provincia sobre la Nación; la superioridad de unos pocos, sobre la inferioridad de los más; esa es la llaga que está carcomiendo los dogmas de la revolución que subsiguió a los sucesos de Mayo de 1810.¡ Buenos Aires, es la Metrópoli, los criollos ricos, el poder colonial, los criollos pobres la presa del monopolio administrativo!
El gobierno hereditario, no de una raza, pero sí de varias familias, porque la casi totalidad de los argentinos, no tienen ni educación, pero ni a lo menos un palmo de tierra de su propiedad en el suelo en que han nacido, mientras el padrón feudal de la propiedad territorial se conserva incrustada sin alteración, porque respetamos las donaciones anteriores del Rey de España, mientras derribábamos su dominio.
¿La educación dada después de Caseros, ha sido buena? ¿En qué sentido? ¿En habilitar el mayor número siquiera de los habitantes de esta provincia? ¿A ver las cifras que lo comprueban? ¿Con qué recursos contamos para haber hecho esa transformación?
¡Este es el sistema que nos ha perdido, cerrar los ojos sobre los males y declamar!
Pero el porvenir es nuestro dicen muchos -Si, cual sea ese porvenir es lo que nadie puede decir.
Cuando sentada en mi pequeño escritorio traduzco a Mr. Mann, con su retrato frente a mí, no creo que está muerto, sino que converso con él, que sus ojos me miran y sus labios se mueven, la conversación con ese espíritu luminoso, es un consuelo, porque la intimidad con las almas puras lo es; el alma de Horacio Mann ha quedado en este mundo con sus obras.
Los pueblos mueren cuando falta a su existencia la savia del sentimiento nacional, el amor al bien, a la justicia, a la virtud.
Sin la creencia en Dios, sin el sentimiento religioso, sin el respeto por sí mismo, ¿de qué valen las palabras, aunque ellas traduzcan cuanto el pensamiento tiene de más sublime, cuanto la moral tiene de más puro y cuanto el corazón tiene de más tierno?
Conozco que la época en que vivo, soy en mi país un alma huérfana o una planta exótica que no se puede aclimatar.
Sin pretender asemejarme a Beethoven, que ha revelado al mundo las leyes de la melodía, hay puntos de contacto entre su vida y la mía. Como yo, y más que yo, él era pobre; vivía en la soledad más absoluta del espíritu. Era sordo, y cojo y mal entrazado. Al querer dirigir una de sus óperas, lo silbaron, como se reían de mí todas las mujeres de Buenos Aires. Después de esa afrenta no se presentó más en público. Vivía en la soledad más absoluta del espíritu y lo llamaban el “Oso” por su larga cabellera. Él murió muy anciano arrastrando una vida de miserias y de indecibles dolores, pero reveló antes al mundo en notas inmortales, los torrentes de armonía que estremecían las fibras de su alma gigantesca… A veces yo también creo, que hay algo en mi frente que llevaré conmigo a la tumba porque no encuentro la palabra humana que pueda revelarlo. Enemiga de la rutina, y no puedo, sin embargo, realizar en la educación lo que Beethoven en la música, Dante y Camoens en la poesía.
Rodéame la indiferencia y persisto, brisas glaciares se ciernen sobre mi cabeza y persisto. Acaso la perseverancia de un apostolado que se desecha por inútil, será la sola memoria que dejaré a mi patria.
Juana Manso
Este Autorretrato fue construido a partir de fragmentos escritos por Juana Manso a lo largo de su vida: cartas, artículos, obras, seleccionados y ordenados con respeto y admiración por María De Giorgio. Una reconstrucción que nos acerca a su mirada más personal. Juana se revela como mujer apasionada, libre, decidida; como artista, pensadora y luchadora incansable por la educación y los derechos de la mujer.